Símbolo de la victoria y el éxito. Los navegantes y pescadores anhelaban su protección
Ánforas de Mar es una empresa dedicada a reproducir y a cultivar bajo el mar ánforas antiguas y réplicas de escultura clásicas, sobre todo con cierta conexión con el mar. Y como no podía ser menos, posee entre su amplia colección una de las figuras más emblemáticas del arte universal “la Victoria de Samotracia” (datada en el año 190 a. C.) que se encuentra hoy día en el Museo del Louvre de París. Según la mitología la diosa Niké, símbolo de la Victoria en la mitología griega (llamada así originalmente), pasó sus primeros años entre los mortales, pero al conocer los vicios de la humanidad, así como la maldad, decidió regresar al Olimpo.
La dedicación principal que los griegos daban al Santuario de los Cabildos era rendir cultos mistéricos en busca de un sentido para sus vidas. Allí fue donde se halló esta monumental mujer alada (1863), en la isla de Samotracia. Ella era la protectora de cualquier acontecimiento y vicisitudes que estuvieran relacionados con la pesca y los navegantes, un lugar donde se rendía culto a los grandes dioses y se realizaban a su vez sacrificios y ofrendas. Existen varias razones para pensar que esta magistral obra, de autor desconocido todavía, por su ejecución, materiales utilizados y su gran envergadura, fue un regalo digno de un rey o alguna personalidad muy relevante en agradecimiento por salvarles de los peligros durante alguna difícil travesía o por protegerles para salir victoriosos en alguna guerra entre navíos. Símbolo del triunfo durante siglos, su figura presidía enfrentamientos militares, así como competiciones deportivas e incluso en el reverso de las medallas olímpicas aparece su figura portando una corona de laurel como señal de éxito.
La Diosa Niké hoy ha sido la protagonista de su propia batalla triunfal en el mar
Llegó el tan anhelado día para emerger a la Diosa Niké, después de más de tres años bajo el mar, dentro de la dársena donde Ánforas de Mar realiza su proceso de envejecimiento y al igual de impresionante que fue su inmersión ha resultado ser la extracción de la misma. La Victoria de Samotracia, siempre exultante, generando emoción con su sola presencia. Creada para librar de las vicisitudes que surgieran en el mar, hoy ella misma ha librado con éxito su propia historia marina y como no podía ser de otra forma, ha salido victoriosa de ella, como su propio nombre indica. Al elevarse del mar hacia el cielo, con la grúa que la transportaría a su nuevo hogar, hacía honor a lo que se decía de ella, una imperecedera recreación del viento griego en lo que tiene de vasto y de grandioso o la personificación del mismo y con la admirable maestría con la que sugiere el movimiento en sinuoso equilibrio, triunfante.
En el siglo II a. C. un almirante ofreció al Santuario donde se halló un exvoto por un triunfo naval, fue la Victoria (Niké) de Samotracia expuesta en la actualidad en el museo del Louvre. Uno de los tesoros artísticos de la humanidad. Incluso reyes de diversos países llegaban a Samotracia para iniciarse en los cultos mistéricos de los grandes dioses, entre ellos se encontraba la Diosa Niké, con poder sobre los mares.
Vemos alejarse a nuestro ángel alado hacia su nuevo destino y sentimos una especie de añoranza después de adoptarla durante más de tres años y seguir su evolución prácticamente todas las semanas, pero por otro lado estamos emocionados porque sus nuevos dueños, que la han seguido con nosotros desde el minuto uno con fotografías, vídeos y hasta con cámaras bajo el mar que emitían en tiempo real, como si se tratara de una gestación y al final van a ver su sueño cumplido.
Ellos se han esforzado al límite de sus posibilidades por recrear con todo lujo de detalles, el entorno más parecido del que procedía y donde se le ofrecía culto, en el Santuario de los Cabildos en la isla de Samotracia, para que se sienta lo más cerca de su contexto original. Estará ubicada muy cerca de Antequera (Málaga), al lado prácticamente del Caminito del Rey, exactamente en el Valle de Abdalajís. Colocada estratégicamente con la misma precisión con la que se proyectó esta escultura, para ser admirada por su lado izquierdo. Por el día tendrá toda la luz del sol limpio que atraviesa una cordillera, con sus montañas como telón de fondo, bajando escalonadas hasta un lecho de lastras elevado como una especie de altar, rodeado de ánforas y corales naturales por donde bajará el agua bañando sus pies. No estará cerca del mar, pero sí de una bellísima piscina con vistas a la cordillera de la sierra que lleva su nombre, donde el contraste de sus múltiples picos se mezcla con una anaranjada e impactante puesta de sol. Al anochecer se verá arropada por un manto salpicado por miles de brillantes estrellas y por el candor de las llamas que dibujarán las sombras de las antorchas que sus dueños han preparado para recibirla como se merece ¡como la Diosa que es!