Seguramente habrás oído hablar de las ánforas. Te viene a la mente un recipiente cerámico de forma estrecha y alargada… pues así es.
Los antiguos griegos y romanos fueron los primeros
Las ánforas fueron utilizadas aproximadamente desde el 1500 a. C. hasta el siglo II – III d. C., que fueron sustituidas por madera y piel. Las primeras se encontraron en las costas del Líbano y Siria. Según la historia, cuando los nómadas se hicieron sedentarios y decidieron cultivar sus tierras, se asentaron a los lados de los ríos para cosechar sus tierras. En este enclave contaban con el barro para fabricarse su propia vajilla, ollas, vasos, platos, etc. Cada aldea tenía sus propios hornos donde cocían también sus vasijas o tinajas de mayor tamaño para almacenar el agua, el grano y otros alimentos como la carne de la caza cocinada en aceite, el pescado en salmuera, etc. Estos productos almacenados en estas vasijas, aguantaban mucho tiempo sin corromperse, ampliando el tiempo de conservación.
Los primeros a los que se les ocurrió adecuar estas vasijas o tinajas para convertirlas en ánforas, fueron los antiguos griegos y romanos, que idearon añadirles un pico para cargar en los barcos o cargueros los excedentes de su cosecha, vertiendo los alimentos perecederos dentro de ellas, y salir a venderlas a los países vecinos, bañados por el Mediterráneo. Al ser un recipiente cerámico resistente e impermeable, los alimentos estaban protegidos de la luz, para evitar que su putrefacción y además las cubrían con tapones de corcho y tapaderas hechas con barro o arcilla para lacrarlas posteriormente, hermetizándolas para evitar al máximo los vertidos con los movimientos de los barcos o cargueros, sobre todo durante las tormentas. El siguiente paso era colocarlas estratégicamente en las soleras o bodegas de los barcos, para su travesía y poder vender o cambiar sus productos, en otras ciudades, por otros de los que carecían. (En aquella época todavía no existía el trueque, pues no se habían acuñado las primeras monedas). Se utilizaban para el transporte de numerosos líquidos como el preciado aceite o el vino, para ello se las impregnaba de una capa de resina o brea, para evitar filtrados, y también para diversos alimentos tales como los cereales, grano, frutos secos, miel, aceitunas y, cómo no, para los salazones y la gran salsa Garum, que eran las vísceras y/o tripas de pescado que dejaban fermentar en sal, y que era reclamada por los griegos y romanos a gran escala, sobre todo por la alta sociedad, como un manjar de Dioses, lo que hoy día sería parecido a la salsa Nuoc Mam vietnamita, la salsa Nam-Bplah de Tailandia o la salsa Patis de Filipinas .
Categoría de Ánfora:
Para pertenecer a la tipología de ánfora, debemos de descartar todo tipo de jarrón, vasija, jarra, etc. y es necesario que se cumplan unos requisitos muy importantes, que tengan dos asas (del griego amphoreus “portar por ambos lados”) ya que su capacidad mínima era de unos 24 litros y la máxima de unos 39 litros. De esta forma se hacía más cómodo su desplazamiento, repartiendo el peso al asirlo.
Un cuello alargado, que dependiendo del alimento que transportara tendría varias formas y tamaños. Por ejemplo, para el aceite la boca era más pequeña y estrecha, para el vino un tamaño medio y para las salazones el cuello debía ser más ancho para poder colocar el pescado con más facilidad.
Por último que terminaran en punta, porque al no existir aún los puertos, debían de arribar a las playas y la única forma de que se mantuvieran en pie era hundiéndolas en la arena, una a una, al descargarlas en su país de destino y transportarlas definitivamente a los grandes silos (grandes tinajas de barro donde almacenar los alimentos hasta la próxima cosecha).
Pesos y medidas
Las ánforas variaban mucho en altura. Las más altas llegaban a medir hasta 1,5 m mientras que otras tenían menos de 30 cm. A las más pequeñas se las llamaba amphoriskoi (literalmente “pequeñas ánforas”). La mayoría tenían unos 45 cm de altura.
Éstas, llegaron a estandarizarse, sobre todo las de vino, que tenían una capacidad de unos 39 litros, convirtiéndose el ánfora cuadrantal en la medida de capacidad del Imperio Romano. (Siendo sinónimo de una unidad romana de capacidad). El volumen medio que contenía un ánfora era 26,026 litros. (hasta la mitad de su largo cuello). Esto es importante porque el peso contenido en un ánfora llena de agua daba lugar al Talento, como medida de peso y como unidad monetaria. Todos los países no tenían las mismas medidas, pero oscilaban poco. Por ejemplo, en Grecia el mismo volumen correspondía a unos 26 litros, en Roma a 32,3 kg o litros de agua, en el antiguo Egipto para rellenar el ánfora media, se necesitaban 27 kg o litros de agua y en Babilonia eran 30,3 kg o litros de agua. En total se han identificado alrededor de 66 tipos distintos de ánforas.