Nos encontramos ante un enigma, son muchas las dudas respecto a su identidad.
La historia nos ha aportado datos fehacientes de que los grafitos, que eran las marcas o sellos antes de la cocción de las ánforas “ante cocturam”, giran en torno a la fabricación de las ánforas, mientras que los “tituli picti” y los grafitos que son escritos después de la cocción “post cocturam” nos informan sobre la comercialización o el uso que se estaba haciendo del producto envasado.
Hoy día se ha tratado de reconstruir algo así como un rompecabezas con una serie de letras y un texto muy enrevesado, que seguramente se escribieron así solo para el entendimiento completo de unos pocos y con un mensaje tipo código para las alfarerías, perdiéndose su significado más allá de éstas.
Puede ser que ese mensaje fuera directamente para los receptores de la mercancía y que éstos, precisamente por su enrevesada y poco legible lectura, le dieran escasa importancia a los textos obviándolos y de ahí la falta de información y la laguna que los estudiosos tienen al respecto.
“En general todos los estudios coinciden en que el sello era una marca de propiedad, que certificaba un derecho sobre el objeto fabricado.”
Nos encontramos ante un enigma, son muchas las dudas respecto a su identidad. ¿Era el nombre de la alfarería? ¿O del dueño de la explotación agrícola? ¿Se refería al contenido de cada ánfora? El caso es que todavía hay muchas incógnitas. Aún hoy día se sigue barajando la idea de que el sello perteneciera tanto a la explotación agrícola como a la artesanal (alfareros), a los productores de las mercaderías como a los compradores (que eran los que tenían más trato con los productores). Es cierto que los alfareros eran los que tenían el permiso para poner esas siglas de identidad antes de la cocción y que posiblemente las iniciales o dibujos que se escribían después de la cocción, versara sobre la información de la procedencia del vino y de la calidad del mismo.